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“AMAR SIN DECIR AMOR”

“Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”
(1 Juan 3:17-19)

Claro que es posible saludar sin decir la palabra saludo, bendecir sin decir la palabra bendición, alabar sin decir la palabra alabanza, sanar sin decir la palabra sanidad y amar sin decir la palabra amor. Muchas veces nos quedamos en la comodidad de verbalizar el concepto mas no en practicarlo y nos engañamos al pensar que estamos en lo correcto.

Si tú le dices a una persona: “saludo, oh sí, saludo, saludo”, lo más probable es que se te corra pensando que eres peligroso, pues aunque le expresaste la palabra saludo realmente no se ha sentido saludada. En cambio, si le dices: “hola, que bueno verte, cómo estás”, en este caso sí la saludaste, aunque ni le mencionaste la palabra saludo.

Si le tomas la mano a una persona y le dices con tono sincero: “bendiciones, oh mi hermano, bendiciones”, no le estás bendiciendo realmente, sólo mencionándole la palabra bendición. Lo que debes hacer es declarar sobre su vida un favor especial de DIOS, pues eso es lo que quiere decir bendecir, traducción en la Biblia de la palabra griega “eulogeo”, que es elogiar, bien decir, no maldecir, sino bien decir. De manera que si deseas bendecir por ejemplo a un hijo que sale de viaje, dile algo como: “que el SEÑOR te lleve y te regrese con bien, que te guarde de todo mal y peligro y te permita disfrutar y aprovechar este viaje para que vuelvas feliz”.

Lo mismo sucede con algunos cristianos que quieren alabar a DIOS. En lugar de expresarle el porqué le alaban, lo que hacen es repetirle la palabra varias veces. Y de igual manera pasa con algunas canciones dirigidas a DIOS y que carecen de contenido. Es probable que en algún hospital puedas ver a un equipo de médicos sanando a un enfermo sin necesidad de sacudirlo por los hombros y gritarle: “sanidad, sanidad, oh sí, sanidad”. Y en cuanto al amor el apóstol Juan nos enseña en su primera epístola a no ser tan retóricos y volvernos más prácticos. El amor al cual nos llama DIOS no es el se queda en solas palabras, o en el nivel místico, donde le agarramos la mano a alguien y luego le abrazamos mientras le susurramos: “Oh, sí, mi hermano, te amo, te amo, el SEÑOR sabe que estás muy dentro de mi corazón”.

Tampoco el amor que se queda en lo sentimental y nos emociona hasta erizarnos. DIOS nos pide que vayamos al siguiente nivel, al amor práctico, al amor que se demuestra con hechos y no sólo con gestos y palabras. El amor que se interesa por las necesidades materiales y espirituales del otro. El que nos hace preguntar y sacar la billetera para servir.

Amado PADRE, enseñanos a amar con el amor que tiene paciencia, que apoya en las luchas, que consuela, que anima, que acompaña y ora. Ese es el amor que debemos dar, y que, la verdad sea dicha, también necesitamos nosotros. En el nombre de JESÚS. Amén y Amén.