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“EL PODER DE LA PALABRA”

“En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.”
(Proverbios 18:21)

La boca debería ser como el horno encendido de una panadería y no como el de una pizzería. El primero se abre poco, y el segundo se abre permanentemente para agregar nuevas porciones según los pedidos de los clientes. Si para abrir la boca pensáramos muy bien lo que vamos a decir y sopesáramos sus consecuencias, con seguridad que muchas veces la volveríamos a cerrar.

El sabio Salomón llegó a escribir que aún el tonto cuando se está calladito es confundido con alguien bien inteligente. DIOS, sabiamente, nos dotó de dos oídos y una lengua, para escuchar el doble de lo que hablamos. Y por si la señal no es muy clara nos dio la habilidad de cerrar la boca, pero no así los oídos.

La vida y la muerte están en poder de la lengua, agregó Salomón en Proverbios. Pero el versículo no debe tomarse como algo mágico y llegar a considerarse la lengua humana como un elemento sobrenatural con la misma capacidad de DIOS para decir y crear lo que existe de lo que no existe.

Cuidado… DIOS es DIOS, su Palabra es muy poderosa. Con su Palabra creo todo el universo. Él tiene la capacidad de llamar las cosas que no son, como si fuesen. Y con el poder de su Palabra sostiene todas las cosas, cada átomo del cosmos. Pero Él es DIOS y su Palabra es potencia creadora. En cambio los seres humanos somos seres mortales, limitados, necesitados de la intervención divina, o al menos de su permiso, para cada acto de nuestras vidas.

Cualquier ciudadano común y corriente de la calle puede decir lo que quiera con su boca, pero eso no significa que va a crear un nuevo universo, o que va a tener el poder de provocar milagros con sólo decirlo. No, por favor, pongamos las cosas en su justa medida.

DIOS es DIOS y lo que Él dice se hace, pues su boca es poderosa. Pero Pepito Pérez es Pepito y nada más, y él puede decir o confesar con su lengua lo que se le antoje, pero nada sobrenatural ocurrirá. A no ser que DIOS le ordene específicamente, a él, a Pepito, que diga las Palabras que el SEÑOR ha puesto en su boca y que tienen virtud, poder divino, para efectuar un milagro. Pero cuidado de nuevo, que si sea el SEÑOR el que ordena y no las emociones de Pepito.

Amado SEÑOR, aun cuando nuestra lengua tiene mucha influencia, al punto de llegar a decidir la vida o la muerte de alguien, debemos entender que ese poder está limitado. Es tu Palabra la que tiene mucho poder. Danos siempre el disernimiento para escucharla siempre. En el nombre de JESÚS. Amén y Amén.