“SANTO, SANTO, SANTO”
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. (Isaías 6:1-5)
En este pasaje el profeta Isaías plasma en palabras la visión que tuvo de la santidad de DIOS. Y la descripción es tan majestuosa que estalla en una sublime adoración: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”, pero también ante este cuadro de esplendorosa santidad exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto”. Es el contraste entre la perfección de DIOS y la imperfección de nuestra naturaleza humana.
Generalmente DIOS por medio de su ESPÍRITU SANTO va mostrándonos poco a poco áreas de pecado en nuestras vidas, pero en la experiencia del profeta, DIOS le reveló todos sus pecados de una sola vez, esto lo llevó a sentirse como muerto y a humillarse totalmente en su presencia para ser limpio. Isaías había visto la santidad de DIOS y esa visión no solo le mostró lo que era el ALTÍSIMO, sino también lo que él mismo era.
Isaías era considerado entre sus contemporáneos como un hombre íntegro, justo y era respetado por su virtud. Pero cuando él dio un breve vistazo al DIOS SANTO, todo su interior estuvo expuesto y desnudo bajo la mirada de Él. Al medirnos con esa norma suprema debemos entender que no le damos ni en los talones, todo nuestro ser se siente aniquilado moral y espiritualmente.
Quién podría sobrevivir ante la santidad de DIOS?
Sólo al estar escondidos en CRISTO podemos mantenernos delante de DIOS. Porque JESÚS nos ha lavado, nos ha redimido y nos ha cubierto con su sangre, entonces nuestro DIOS SANTO nos ve a través de Él y nos ve como Él. Hemos sido separados para DIOS y para su Gloria, y aunque nuestra santidad nunca podrá aproximarse a la de DIOS, debemos esforzarnos por ser santos en toda nuestra manera de vivir.
Pidamos al SEÑOR que empiece a limpiar nuestras vidas y nos propongamos la meta de ser santos hoy y cada día.
Amado SEÑOR, ante Tu grandeza y santidad, nos muestras quiénes somos realmente y sabemos que somos pecadores que necesitamos de Tu perdón y que limpies nuestro corazón. Queremos permanecer delante de Ti, por eso ayúdanos a ser firmes ante la tentación, a estar humillados en Tu presencia y a recibir la dirección de tu ESPÍRITU para caminar cada día en santidad. En el nombre de JESÚS. Amén y Amén.